me sorprenden...

me sorprenden… y no por estar distraído (creo que a esta altura de los acontecimientos, la gimnasia de estar alerta a las cosas que me conmueven, se encuentra latente e incorporada a mi cotidianeidad)… sino porque a pesar de esa lanzada permanente de la línea de pesca de los objetos que espero encontrar, aparecen en el escenario -algunas veces-, con una especie de autonomía que terminan inviertiendo la jugada como para terminar descubriéndome ellos  a mí,… para que puedan ser rescatados del anonimato…

 

y en esa suerte de invertir los papeles para saber quién rescata a quién, termino sorprendido, -como expreso al comienzo-, de emocionarme con ese encuentro que me moviliza de tal forma, que primero me lleva a la constatación gráfica del acontecimiento, a través de la fotografía y la edición de la misma…

 

y la maquinaria comienza a entrar en movimiento para integrar la naturaleza del tesoro encontrado, para introducirlo en el mundo de los sabores y amalgamarlo con la cultura y el lenguaje que tengo introyectado,… para elevarlo, de alguna manera sublimarlo y recrearlo en una especie de homenaje y reconocimiento a este descubrimiento…

 

es como una sensación, pienso yo, del que descubre una verdad infinita pero  con la consciencia de  que el área que abarca esa sensación, solamente circunda apenas la lateralidad del espacio que ocupa;  y no me quejo por ello, al contrario, porque en definitiva, se trata de lograr la felicidad de lo que se crea, de la consciencia de sentirse sensibilizado y emocionado por tal hecho… y eso significa bastante… porque me siento humanizado, menos autómata y si bien el hecho de volar en la fantasía creativa importa, tambien es cierto y tan importante como ello, el hecho de tener los pies sobre la tierra y el ego controlado, a los efectos de lograr un mediano equilibrio…

 

en este caso, me refiero al descubrimiento de unos tomates, denominados de Arbol, cuyo color, textura y forma me sorprenden en un negocio al que concurro con frecuencia, y que descubro por primera vez…

 

su sabor, bastante dulzón, lo hace parecerse al del kiwi y al consumirlo (casi de forma natural, acompañado de unas hojas de endivia y una salsa Golf) sabía de antemano que debía descartar su piel por ser amarga y que se desprende sin ninguna dificultad de la pulpa, pero en el plato, para no estropear su aterciopelado aspecto…

 

en el otro, me refiero a una fruta que hace muchos años tomé contacto con ella,… su nombre: red currant y que el traductor la lleva al español con el nombre de grosella roja; de medio centímetro de diámetro, bastante ácida, que se presenta en forma arracimada y de un color rojo brillante…

 

recuerdo haber puesto un racimo de ellas sobre un medallón de Crema Bavaria de Ananá.

 

lo del principio: no dejo de sorprenderme y emocionarme con ese sacudón que me provoca el encuentro y me transmite el entusiasmo de crear…

 

gracias a la vida -como dice la canción- que me ha dado tanto…

 

en Miami, en el primer día del mes de enero del 2022.