dice Rosa Montero en no recuerdo cuál novela (creo que en La Loca de la Casa), que las palabras surgen como peces que saltan en el agua, que si uno no las atrapa, se sumergen y, al querer recuperarlas, solamente persiste el aura de la fugaz luz que las iluminó..., sin posibilidad de rescate.

 

las ideas; los proyectos; los ensayos, creo que todo acto sin excepción relativo a la creación del ser humano, se instala en un escenario de aislamiento que nada tiene que ver con lo formal que las reglas del imaginario colectivo quisieran asociar con el mismo.

 

puede resultar gracioso a la hora de relatar, el hecho de estar bajo la ducha con los ojos cerrados, en esa fracción de tiempo en que vienen las mejores ideas; repetir la palabra clave para que no se escape (porque no hay a mano bolígrafo que atrape la idea) y al salir de esa atmósfera, tomar consciencia de la pérdida de la misma, que el tiempo y la gimnasia de la vida han acostumbrado cuerpo y alma a convivir con tales extravíos.

otro de los ámbitos donde se producen esta serie de circunstancias, es el momento justo del estado narcótico previo al sueño (ram1, 2 o 3?) donde las mismas se presentan con una clarividencia tal, que aseguran la promesa de memoria de la imagen, para encontrarnos en la desolación del despertar del nuevo día con las manos vacías y el espacio del recuerdo que la misma ocupó en su momento, con casi la misma sensación de la elaboración del duelo en la pérdida de un ser muy querido.

 

pocas han sido las circunstancias, que recuerde, me han llevado a encender la luz, escribir sobre un papel esa palabra clave y volver a sumergirme en ese juego casi perverso que ellas juegan conmigo, sintiendo que al menos una vez he logrado atraparlas, pero que ya no conservan la frescura y brillo que lucían en su espectacular avant-premier.

 

no me queda otra que seguir bailando el ritmo que ellas ejecuten…

 

Miami, 6 de enero 2019