Llego a mi casa, luego de una jornada bastante intensa, tratando de administrar el tiempo que me queda de descanso, para cumplir con obligaciones de todo tipo: tributarias, económicas, sociales, de arreglo y limpieza (cuerpo y alma incluidos) y, tratando de ser sistemático en el orden en que debo cumplir con, por lo menos un 50% de lo que debo hacer- empiezo la lista y escribo, escribo y escribo, para después sentirme orgulloso de esa solvente raya negra (cuanto más intensa mejor, que deja traslucir a través de la tachadura, el mensaje de la misión cumplida) para darme cuenta de que ésta es una historia de nunca acabar, que me llena de obligaciones y responsabilidades que no terminan de aportar nada a mi vida y que si dejo de hacerlas, el propio sistema se encargará de pasarme factura a la hora debida. 

Y me doy cuenta que no puedo escaparme de ello y que, cuanto más rápido salga, y sea un grande bueno (porque chico, ya hace tiempo que dejé de serlo), me quedaré como con 5 minutos de tranquilidad por la misión cumplida, para luego volver a la vorágine de los otros millones de obligaciones que vendrán.
Es como una suerte de compulsividad llevada al terreno de las obligaciones, con una velada carga de angustia.
Un té, un café, hasta el mismo computador (combinado con alguno de los mencionados); la tableta; un libro; el entusiasmo de la imperiosidad de hacer una receta gastronómica postergada (porque las ideas se sumergen, se pierden, y a veces, nunca logramos recuperarlas), -y hasta el mismo cansancio-, se ponen de acuerdo como para justificarme frente a la "responsabilidad" que debo asumir.
Y corro, corro, corro, y postergo cosas importantes, afectos, decisiones y hasta estrategias de vida que, inclusive, pueden alejarme un poco de esta masoquista forma de vida, en esta contradictoria vorágine en la que me encuentro, y de bruces me doy contra el espejo de lo que estoy escribiendo; al reencuentro conmigo mismo; a la imagen de esta evasión de lo superfluo y, en definitiva, a mi propia esencia.
Y respiro, lentamente: lleno mis pulmones y comienzo a sentir que soy el propietario de mis decisiones, de mi destino y el alma me vuelve al cuerpo, por lo menos por otros 5 minutos...
Mañana será otro día.
Foto: Los 5' necesarios de evasión, antes de tomar una determinación importante óleo sobre tela. 120 x 120 cms.
2009

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I arrive at my house, after a rather intense day, trying to manage the time I have left of rest, to fulfill obligations of all kinds: tax, economic, social, fix and clean (body and soul included) and, trying of being systematic in the order in which I must comply with, at least 50% of what I have to do, I start the list and write, write and write, and then feel proud of that solvent black stripe (the more intense the better, let me see through the erasure, the message of the mission accomplished) to realize that this is a never ending story, that fills me with obligations and responsibilities that do not end up contributing anything to my life and that if I stop doing them , the system itself will take care of billing me at the right time.

And I realize that I can not escape from it and that, the faster it comes out, and be a great good (because boy has long since ceased to be), I will remain with 5 minutes of tranquility for the mission accomplished, for then return to the voragine of the other millions of obligations that will come.

It is like a kind of compulsiveness taken to the field of obligations, with a veiled burden of anguish.

A tea, a coffee, even the same computer (combined with any of the above); the tablet; a book; the enthusiasm of the empire to make a delayed gastronomic recipe (because ideas are submerged, lost, and sometimes, we never manage to recover them), -and even the same tiredness-, they agree to justify me in front of the "responsibility" that should I assume.

And I run, I run, I run, and I postpone important things: affections, decisions and even strategies of life that, even, can take me away a little from this masochistic way of life, in this contradictory voragine in which I find myself, and in the face I give myself against the mirror of what I am writing; to the reunion with myself; to the image of this evasion of the superfluous and, ultimately to my own essence.

And I breathe, slowly: I fill my lungs and I begin to feel that I am the owner of my decisions, of my destiny; and the soul brings me back to the body, at least for another 5 minutes ...

Photo: The 5 minutes necessary evasion, before making an important determination.

oil on canvas (120 x 120 centimeters)

2009