El te y el cafe

Para ser sincero,… sin tengo que elegir entre el te y el café, no se con cual quedarme, porque las dos bebidas me gustan por igual.

Mi padre era un desastre cocinando (recuerdo su testaruda vocacion por querer preparar tortas fritas, … y le quedaban como piedra; que solo el comia, porque su amor propio no lo dejaba reconocer el destino natural que se merecian: tacho de la basura), pero me acuerdo con absoluta nitidez, como  nos preparaba el te con limon, o el  cortado.

Creo que la memoria, en la capacidad de poder recrearla al momento de brotar en las imagenes, -y a su vez, en la magia que se opera al tartar de trasmitirlas- suaviza el alma y es una especie de balsamo que nos hace perdonar y cerrar heridas.

Como no recordar el pan marselles calentito, cortado al medio y untado con mantequilla que humedecia su austera miga blanda, acompanado con el te con limon.

No me rindo en el intento de verter generoso jugo de limon sobre el azucarado te caliente (intentando hacer mas nitido mi recuerdo) para difuminar su intenso color naranja,… y no lo consigo.

Al maravilloso cortado lo recuerdo acompanado del pan cuernito, en cuya union se sentia la mezcla de grasa y sal, que tambien cortaba al medio para hacer o ya fuera un sandwich de mortadella o de salame.

En este si, me acerco bastante, a la hora de prepararlo.

Dos bebidas majestuosas, cada con su absoluta personalidad, que han servido para traer de la memoria, la figura de mi padre.